Un clásico cinematográfico, Babe (1995), terminaba con la imborrable estampa de un hombre y un lechón, al que el primero decía: “Muy bien, cerdo. Muy bien”. Siempre me quedó la duda de si habría un solo puerco en todo el planeta Tierra que pudiese decir lo mismo a aquellos que lo han criado. Hoy sí me atrevo a afirmar que tuve el gran privilegio de conocer a ese cerdo.